
Mis queridas y queridos lectores de Me Niego a Ser Musa, hace mucho tiempo que no sabéis nada de mí, durante este tiempo he estado analizando un tema que afecta a la humanidad, y es la edad. Estoy segura que nunca os habéis preguntado ¿Por qué a nadie le gusta decir su edad?, no lo sé, es una pregunta que me hago cada vez que felicito a una persona en su cumpleaños y se niega a decirla.
Te responden con – ¡Tengo muchos!, ¡tengo taitantos!, ¡siempre cumplo los mismos!, ¡lo importante es sentirse joven!
Nadie dice su edad, son sólo excusas. A mí personalmente me encanta cumplir años y decir mi edad.¡ Felicidades, Dori!, ¿cuántos has cumplido? yo también les respondo irónicamente con alguna excusa.
-Un año más, los demás ya los tenía.
No me importa decir mi edad, el 2 de agosto hice 45 años. Sí 45 primaveras, bueno 45 veranos porque soy Leo; para mí es estupendo cumplir años, sobre todo porque estoy viva.
Hay personas que te dicen que no les gustan cumplir años, yo que soy buena consejera, les digo muérete, es innecesario seguir sufriendo.
Entre las personas que te felicitan tenemos a los graciosos de turno que te dicen -¡Felicidades, anda que ya eres más vieja, que cumplas muchos más. Y te dan unas ganas tremendas de decirles, sí y que tú lo veas, pero con los ojos en las manos. Yo seré más vieja, pero tú más gilipollas.
Después están los felicitadores brutos, animales que nunca están en peligro de extinción, que huyes de ellos, te persiguen, te acosan para tirarte de las orejas, son una pesadilla, como los odio, pero que pasa contigo que no estás ordeñando una vaca, que son mis orejas, no quiero ser Dumbo. Aunque viéndolo de esta manera con orejas de Dumbo podría volar y cagarme en ellos como esas maravillosas cigüeñas que surcan los cielos que cuando menos te lo esperas te echan cubos de cal encima, y te dices, 7.684 millones de personas en el mundo y la puta cigüeña se ha cagado en mí.
Confieso que el tema de la edad nos marca en cada etapa de nuestra vida, no por el número de años que cumplas, eso no importa, si no por esos malditos sufijos que te etiquetan de por vida, son como los tatuajes, lo llevas incrustados y nunca desaparecen.
Esas maravillosas y malditas etapas florecen en tu vida, cual flor en primavera. Ahora me pongo metafórica, liviana, pero es la cruda realidad, tienes que pasar por ellas.
Los inicios, en tu primera etapa, se lleva muy bien, sobre todo cuando pasas de los 19 a los 20 años, ¡todo es maravilloso, eres veinteañera, ya eres adulta!, se supone también que responsable, yo… creo que lo fui, ¡horror se me ha olvidado aquella época, me estoy haciendo mayor!, me está afectando a mi salud cumplir años.
Durante la década de los 20, llevas marcado ese -añera, bonita palabra, suena hasta bien, es suave, jovial, interesante, esta década es maravillosa, no eres mayor, pero te hace sentir adulta, porque eres veinteañera.
Ya, el paso de los 29 a los 30, se puede llevar bien, eres más adulta, vas ascendiendo en el escalafón, es una década interesante, sigues siendo “-añera”, que es lo más importante, sigues marcada por ese sufijo apreciativo. Treintañera, eres más madura, pero no te sientes mayor hasta que el mocoso de turno se dirige a ti como “señora”, ¡qué horror, me están insultando!, miras a ese horrible niño y lo primero que se te pasa por la cabeza es darle dos ostias por maleducado. Pero, bueno te consuelas porque eres treintañera.
Llegamos a la peor etapa de la vida, a un acontecimiento que se puede comparar con la mayor transición de la historia de España, que te marca tanto que te parece que vuelves a vivir la investidura de Adolfo Suarez, nunca se olvida, ese – puedo prometer y prometo. Esa transición de los 39 a los 40 años, es donde viene el cambio, es un trauma para la persona, y un gran negocio para los psicólogos, el 99% de los humanos recurren a ellos.
-Vengo a tu consulta, necesito ayuda, soy una CUARENTONA, ¿por qué a mí?, ese “–ona” tan despreciativo y sarcástico me ha marcado la vida, ¡qué desgraciada soy!, ¿qué hago?, no puedo vivir con ello, que angustia, quiero morirme.
La psicóloga te dice que te tranquilices, que respires, -Dori es normal es la crisis de los 40, no te preocupes, relájate haz yoga, practica la respiración….
¿Cómo, esa es la solución?, ¿y, eso cómo lo tomo?, ¿una dosis de yoga y respiración cada 8 horas durante 4 semanas?, ¿y el resto del día no respiro?, tú me quieres matar, además de cobrarme 150 euros por la sesión. Eso me angustia más que tener 40 años. ¡Dios mío, porqué me has abandonado!, no creí que te iba a sentar tan mal que dejara de ir a misa los domingos, no me castigues, no me martirices. Vamos Dios, entre tu y yo, que no quiero llegar a santa, para que me pongas estas pruebas tan duras en mi vida, que ser santa no va conmigo, yo que soy un poco rebelde prefiero ser un demonio.
Salgo de la consulta de mi psicóloga, un poco más tranquila, después que me explicara que el resto de las horas me está permitido respirar. Esa tranquilidad, se me esfumó al instante, paso frente a un quiosco, me paro en seco, y lo primero que leo son varios titulares de portadas que dicen “La crisis de la mujer a los 40 años”, “A los 40 años, comienzas a vivir”, por Dios, ¿he estado muerta hasta ahora y no me había enterado?, ¿se puede nacer con 40 años?, esto es de locos; señores y señoras editoras que mi madre es septuagenaria y dudo que pueda parir a un bebe de 40 años. Esto es para un Expediente X, aunque mirándolo de esta manera, Iker Jiménez tendría un suculento tema para investigar en su programa, ya lo estoy viendo
-Hoy en Cuarto Milenio veremos un caso de misterio, un gran enigma en la historia de la humanidad por resolver “Nace una mujer con 40 años”; volvemos después de 6 minutos de publicidad, 6 minutos que se te hacen como 6 décadas, que vuelves de la publicidad y te han salido más de cien canas en la cabeza.
Ese titular me recuerda al coñazo de película “El curioso caso de Benjamin Button”, que lo único bueno que tiene es el protagonista, Brad Pitt, ese chico sí que gana con los años.
Sigues el ciclo de la vida primero, cuarentona, luego cincuentona; para pasar a ser -aria, pero no aria de alemana, sino sexagenaria, es decir 60 años, que, aunque son más de cuarenta el sufijo -aria es culto, apreciativo con valor de prestigio y respeto. O lo que es lo mismo la nueva juventud, aunque en algunos casos puedes pasar directamente a la niñez y volver a utilizar pañales por las pérdidas de orina.
Después de mucho reflexionar, he decidido ponerme en contacto con la Real Academia Española para sugerirles que se replantee una anulación de pleno derecho de los sufijos -añera, -ona y -aria. Señores catedráticos que según el artículo 14 de la Constitución Española todos somos iguales ante la ley, aunque esto sea una leyenda urbana, nadie es igual ante la ley, aunque queda bonito la redacción de este artículo que no vale para nada. Ni siquiera cuando estás opositando para ser funcionaria, pero te lo tienes que aprender, aunque no creas en ello.
En fin, con todo esto, he recapacitado mucho, y he llegado a la conclusión que tengas la edad que tengas lo importante es tu actitud. Puedes ser una veinteañera con cansancio crónico, que una cuarentona que ha coronado 7 veces el Everest. La actitud es lo importante, la edad es sólo un número.